sábado, 31 de marzo de 2007

viernes, 30 de marzo de 2007

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Psicosis:la ducha




de las pelis de abajo..¿ cual crees q s la q + acojona?

















Psicosis
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El Resplandor
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martes, 27 de marzo de 2007

Ten cuidado con lo que deseas...
…porque puede hacerse realidad. Un deseo, sólo eso basta para acaparar las fauces del oscuro infierno. El mal tiene muchas armas y muchas formas de camuflar sus perversas intenciones…

María era una chica ambiciosa y soñaba de día, de noche… no paraba de soñar. Quería ser famosa, aparecer en todos los periódicos del país, del mundo… ella siempre iba mucho más allá y no se rendía ante nada ni nadie, era una persona muy perseverante. Era actriz y modelo, un caramelo en potencia para la prensa del corazón. Pero a pesar de su bonita cara y su espléndida figura nadie, ni un solo diseñador, ni un solo productor, se había fijado en ella. Seguía insistiendo, algún día se darían cuenta. Y ese día llegó. Un hombre, que más tarde dijo llamarse Alec Toulouse, la vio por la calle y se le acercó, y con un acento de francés aburguesado le habló:
- Hola, mon cheri –dijo el extraño, apuesto y galán, con una sonrisa.
- Hola… – María miró antes de contestar y no lo hizo de muy buena gana.
Ambos se quedaron mirándose largo rato, el tiempo necesario para hacer un completo reconocimiento visual. María pudo apreciar que aquel hombre era de apuesta figura, vestía además, un esplendoroso traje rojo, quizá de lo último de Armani o Emidio Tucci, tenía toda la pinta de ser de alguna de esas dos colecciones, María estaba muy puesta en el tema. Bajo el traje rojo, una corbata del mismo color y una camisa oscura. También los zapatos eran rojos, y brillaban atrapados por el sol del casi finalizado invierno. Debía tener unos cuarenta años. A María le pareció que estaba muy bien para esa edad que ella sólo suponía. Al pensar esto un rubor le subió a la cara. Él se dio cuenta del ligero color que adoptó el rostro de María y, mientras dejaba caer un poco sus gafas de sol sobre la nariz, esbozó una amplia sonrisa. Sus ojos quedaron al descubierto, eran grises, nunca había visto nada igual, eran preciosos. El pelo, que aún no era cano, le caía sobre la frente, no era demasiado largo y llevaba un corte moderno, acorde con la ropa.
- Hola – volvió a decir el hombre y continuó – estoy buscando nuevas modelos para mi colección de primavera – ahora se notaba mas que nunca aquel acento francés, María no podía articular palabra, estaba sorprendida, él se dio cuenta y prosiguió – y no he podido evitar fijarme en usted, perdone mi atrevimiento y el no haberme presentado antes. Alec Toulouse para servirle señorita – y alargó la mano. María la tomó y la miró mientras le miraba a los ojos. Esto hizo que María se sorprendiese más aún, no podía reaccionar.
- María… – no conseguía recordar su apellido, su sueño estaba a punto de cumplirse, aquel era, sin duda, el primer paso hacia la fama, ahora les demostraría lo que vale -… María… Montero. – Sonrió aliviada.
- Me gusta – sonrió acompañándola – estoy aquí por poco tiempo y si no te importa me gustaría empezar cuanto antes.
- Pero… – dijo excusándose. Tenía que ir a casa, arreglarse un poco… no podía ir así.
- Tranquila, allí tendrás todo lo que necesites. – conocía las reacciones de las mujeres ente cualquier situación, había trabajado con muchas…
- Bueno, vale. – Suspiró y lanzó una sonrisa agradecida. Ambos marcharon en un lujoso coche descapotable que Alec tenía aparcado unas dos calles más atrás.
María no quiso decir nada, pero el coche tenía matrícula de Madrid y eso le extrañó un poco, pero no le dio importancia alguna a ese hecho tan insignificante, debía ser de alquiler, si viajaba tanto como decía, un coche propio sólo le resultaría una carga más. Alec condujo su flamante coche hasta un edificio viejo y dijo a María que le siguiese. A María, cada vez le parecía todo más extraño y sin sentido.
- Pero… aquí. – María no creía que aquello fuese un estudio, ni una pasarela, ni nada de eso, estaba todo lleno de herrumbre.
- Tranquila bonita… tranquila… – Alec perdió el acento y ahora no parecía más que un Antonio o un Pepe cualquiera, era evidente que no era francés y seguramente tampoco sería diseñador y el coche… el coche sería robado o prestado. Todo era una mentira, pero era demasiado tarde para volver atrás, Alec o como quiera que se llamase había bloqueado todas las salidas.
Tomó a María y ella empezó a gritar. No le valió de nada. Nadie la oiría… jamás. Antes de que sus gritos se propagaran, Alec sacó una enorme navaja y le atravesó la garganta, la sangre emanaba a borbotones, salpicando el suelo sucio y el traje de aquel hombre. Éste fue rápido y, antes de que María muriera, extrajo de entre las sombras una enorme sierra eléctrica y empezó a cortarle brazos y piernas, luego le abrió el pecho en canal. La descuartizó totalmente, pero la cara la dejó intacta, incluso la limpió suavemente con un paño húmedo eliminando los restos de sangre, era muy bonita. Todo estaba bañado en sangre y era un cuadro bastante siniestro: el hombre de rojo de pie admirando su obra con la sierra caída en su mano derecha aún despidiendo calor y María… María distribuida por todo aquel suelo. El hombre rió a carcajadas y esto fue lo último que oyó María antes de morir. Lo último que vieron sus ojos: la gran sierra cayendo sobre sus brazos…
El cadáver fue encontrado un par de días más tarde y, al tercer día, los periódicos del país y de todo el mundo y los medios de comunicación en general tenían en primera plana la fotografía e imágenes de la víctima. La noticia fue bastante codiciada y se llegó, más tarde, incluso a hacer una película. Al final, María se hizo famosa, después de muerta, muy famosa… todo el mundo apreció ahora su bonita cara, con los ojos desorbitados y la boca entreabierta emanando sangre… muy famosa…
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jueves, 22 de marzo de 2007

Qué malo es el miedo, ¿eh? Los seres humanos no estamos preparados para el miedo, no nos sabemos comportar con dignidad. No hay más que ver la cantidad de gilipolleces que hacemos cuando tenemos miedo.

Porque vamos a ver, tú estás por la noche en la cama y oyes un ruido extraño, ¿y qué haces? ¡Te tapas con la sábana! ¡Muy bien! ¿Qué pasa, que la sábana es antibalas? ¿Que si viene un malo con un cuchillo no va a poder atravesarla, se le va a doblar la hoja? ¡Hombre, por favor!

¿Y cuando nos da por mirar debajo de la cama? ¡Hombre, que ya tenemos una edad! Además, suponiendo que haya un asesino debajo de la cama, ¿qué ganas mirando? ¡Que te mate antes! Muy bien, fantástico. ¿Se imaginan que un día nos encontrásemos a alguien debajo de la cama? ¿Qué le diríamos?:

-Buenas nocheeees... ¿Qué? Asesinando, ¿no?

-A ver, hay que ganarse las lentejas.

-¡Pero hombre de Dios! Salga de ahí que se va a quedar frío. Ande, suba, que va a coger asma con tanta pelusilla. Máteme en la cama, que estará más cómodo.

Otra reacción estúpida ante el miedo es mirar dentro del armario, que ya es el colmo. Porque, vamos a ver ¿a alguien le cabe un señor dentro del armario? Pero si el día que planchas no sabes dónde meter toda la ropa, ¿cómo se va a meter un tío ahí dentro? Otra situación. Oyes un ruido raro en casa y te levantas, 'acojonao', en calzoncillos, y preguntas: -¿Hay alguien? ¿Pero qué crees, que si hay alguien te va a contestar? Lo mejor es cuando llegas a la conclusión de que si hay alguien sólo puede estar detrás de la puerta del cuarto de baño, porque lo demás ya lo has registrado y, ¿qué haces? Asomas la cabeza poco a poco, más que nada para que, si hay alguien, te dé a gusto. ¡Ay!

Otra. Vas en un coche y, de repente, el conductor empieza a correr como si fuese Carlos Sainz, pero sin Carlos y sin Sainz, y tú acojonado. ¿Qué haces? Lo normal, protegerte: te agarras a la asita de plástico que hay encima de la puerta. Ya se puede estampar si quiere, que tu vas cogido a la asita... En esta situación, las madres lo que hacen es que se agarran al bolso y se lo ponen delante, como si fuera un airbag.

¿Y cuando vas en bicicleta bajando una cuesta y aquello se embala? ¿Qué es lo que se te ocurre? Quitar los pies de los pedales. ¡Muy bien, muy inteligente! Cuando te descontrolas del todo, sueltas también las manos del manillar. Eso es. Pero ¿qué crees que va a pasar? ¿Que vas a salir volando como E.T.?

Cuando nos van a poner una inyección, ¿qué hacemos? Poner el culo tan duro que la aguja rebota. Sabemos que duele más, pero no podemos evitarlo. Y es que el miedo nos incita a hacer una idiotez detrás de otra: tienes que bajar al garaje y no hay luz. Empiezas a pensar en fantasmas o en si habrá alguien escondido y, ¿qué haces? Cantar. ¡Miedo, tengo miedo, no lo sabes tú muy biebebeben! Eso es, da más datos. Lanza una bengala.

¿Y qué pasa si vas por la calle y de pronto ves a alguien y piensas que te va a atracar? Pues te cambias de acera. Seguro que si es un atracador, pensará: Mierda, otro que se me ha cruzado de acera, qué nochecita llevo. Pero ¿por qué hacemos esto? ¿Qué pasa?, ¿que los atracadores sólo atracan en la acera de los pares? ¡Ay!

El otro día iba en el ascensor con una mujer a la que no conocía de nada y de repente el ascensor hizo un extraño: Brramb. ¿Y qué hizo la señora? ¡Agarrarse a mí! Es una reacción típica de las mujeres. Deben de pensar que los hombres no caemos cuando se descuelga un ascensor.

No hay que olvidar que unidas a nuestras reacciones estúpidas están las que tiene el cuerpo por su propia cuenta. Una de ellas es temblar. Si por ejemplo hay un ladrón en casa y nos escondemos debajo de una manta, el hombre no tienen problemas para encontrarnos. Nos ponemos como un móvil en posición vibrador.

Otra reacción estúpida es la de quedarte paralizado. Si viene un coche hacia ti y está a punto de atropellarte, esto es todo lo que se le ocurre a tu cuerpo, quedarse quieto.

Más reacciones que tiene el cuerpo por su cuenta: gritar. Claro que sí, muy lógico. Si estás friendo un huevo y se te prende la sartén ¿qué se te ocurre? Gritar. Te pones a gritar como un loco: -¡¡Que se me queman los huevos!! Y si viene otra persona, se une a ti con sus gritos: -¡Que se te queman los huevos! Pero ¿qué pretendemos? ¿Apagar el fuego a gritos? ¡Hombre, por favor!


Y luego está lo de cagarse de miedo. ¿Habrá algo más estúpido y más inútil que cagarse de miedo? Bueno, sí, morirse de miedo. Ahora, eso sí, ¡que me esperen muchos años!


VERLO CON PACIENCIA

MIRAD LA 3º CURVA